Clientela

Lo esperaba desnuda sobre la cama árida.
Donde las sábanas opacas, percudidas por el tiempo, se pegaban a mi cuerpo mojado. 

Él buscaba lunas sobre lunas, aferrado al marco de la ventana exasperada por el ruido, aquella ventana de aquella misma habitación donde su boca me habría de gemir por primera vez en el cuello.
Vi su frente acercándose a mi, mientras su espalda amplia se reflejaba con un rayo de luz del neón de la vereda del frente...
Llegó a la cama con sus ojos luminosos e intensos sobre el color oscuro, sus ojos que buscaban algo que nadie había buscado antes, fijando sus besos como acuarela que se disolvía en mis pechos blancos , dilatando mis pezones con sus labios reproductores de poesías, mientras el trazo de sus manos se desplazaba lentamente sobre mis piernas abiertas... 

Parecía que quería meterse adentro mio y borrar mis ojos saturados, mi corazón longevo con matices ocultos, brillantes y frágiles.
No sabía como se llamaba y creo que no me importó hasta que terminó el último orgasmo de esa noche, aterciopelada en sus manos fuertes que se mezclaban con facilidad a acariciar mi pelo dormido por los movimientos de la traslucida agitación de nuestros cuerpos.


- ¿Cuál es tú nombre?


- Me llamo Manuel Cienvalles - me dijo unos minutos después al marcharse.


Lo dijo sabiendo que ese era el éxtasis de la noche, dejar resonando su nombre en mis oídos.

Olivia.