Clientela

Mi nombre es Manuel Alfonso Cienvalles, 40 años, de profesión prosopoeta, estado civil.. abandonado por la mujer que amé la mayor parte de mi vida, Laura, divorcio en trámite. Mucho gusto.
Amante de las madrugadas de invierno, más amigo de los lexemas que de los propios y olvidados extraños que se hacen llamar mis amigos.
Hermitaño.
No me avergüenzo.
Ni una pizca.
He sido un solitario toda mi vida, no comprendo que hay de malo con la soledad. Una basta parte de las personas que he conocido ven el espacio que les da la vida para conocerse a si mismos como mala fortuna, o una incensatez del destino.
Algo así como un clamor colectivo que pregona 'Dios, por qué me he quedado solo si soy tan bueno contigo?'
Flojera.
Tener aquel pensamiento me costó perder a mi esposa, si tan solo hubiera comprendido que al conocerme a mi mismo me sería más facil abordar el hecho de que aquella mujer no era para mi, al menos no para siempre.
Es así como perdemos la mayor parte de nuestra existencia, incapaces de afrontar el hecho de que podemos conseguirlo todo pero no mantenerlo hasta el final.
La vida es simple. Al menos es simple de contarla, voy a intentar contarles de mi vida justo antes de Olivia.

Un mañana de agosto volví a casa en el meridiano de la mañana, me arrastraron espejismos sincopados, una especie de ilusión tácita que me alertaba que algo no andaba bien en mi rutina. Que algo se habia alterado, supongo que algo así sienten los gusanos dentro de las crisálidas que penden del crémaster.. justo antes de convertirse en mariposas.
Entré a la casa como de costumbre, cansinamente y sin disimular mis suelas. Busqué a Laura por toda la casa, sin encontrarla.. mentiría si digo que sentí alivio de no encontrar a mi esposa con un extraño en nuestro lecho. Los últimos meses habian sido una tortura demencial, ella y sus salidas sin disimulo habían quebrado mi voluntad de conservarla. Me senté en el sofá del living y vi a mi lado su teléfono. Nuevamente la sensación de desasosiego comenzó a anudarse dentro de mi garganta. La mente es un lugar misterioso, lleno de recovecos inhabitables, tengo una tendencia a pensar cosas incoherentes en situaciones de stress. En ese momento recordé que mi madre solía decirme que el tamaño del corazón de un hombre es similar al de su puño cerrado.. imaginé mi corazón apretarse sobre sus ventrículos y aurículas, enmarañando arterias en sus sacudidas violentas. Tomé el aparato y quité sus contraseñas.
Ilusa Laura.
Dos llamadas perdidas, tres nuevos mensajes. Solo tuve valor para leer uno de ellos:
"Llegás tarde rubia, te espero en el hotel".
Dejé el teléfono donde lo había encontrado y volví al estudio, decidido a terminar lo que fue mi quinto libro, necesitaria dinero en el futuro. Laura se quedaría con mi mitad. Literalmente.
El puño cerrado dentro del pecho siguió tironeando sin piedad.


Manuel.